Una primera época en el desarrollo artístico
Las actividades relacionadas con la pintura fueron muy escasas en los primeros veinte años del período patrio, porque no existía una tradición local, a diferencia de lo acontecido en otros países hispanoamericanos como México o el Perú. Es indudable que la suma de varios factores concurrentes permiten establecer en un medio social las condiciones requeridas para el desarrollo artístico. Además de las personas señaladas para cumplir con la difícil tarea de la creación plástica, se requiere una tradición en este aspecto del arte, como también los medios necesarios para el adiestramiento —escuelas, talleres, elementos materiales— y un público interesado en esas manifestaciones. Ninguno de estos elementos positivos se daban en nuestro medio en la época que nos ocupa. Con excepción de la pintura, el grabado y la literatura, las restantes actividades fueron casi nulas y conviene destacar que la escultura es de reciente data, pues en épocas de la Revolución de Mayo y de las guerras de la Independencia, el arte escultórico se reducía a la obra de imagineros y retableros religiosos que trabajaban para las congregaciones e iglesias.La pintura surgió sin el aporte indígena y basada en una tradición europea, tanto desde el punto de vista técnico como de los factores expresivos.

Esto no significa desconocer la influencia del medio geográfico y humano local, pues incluso los artistas extranjeros reflejaron con bastante acierto el ambiente criollo. En el primer cuarto de vida independiente, el arte pictórico de nuestro país ofrece ciertas particularidades propias de los artistas o aficionados extranjeros que nos visitaron. En general, se observa en los trabajos un propósito documental, un deseo de perpetuar gráficamente nuestros paisajes, costumbres o personajes característicos. Para aquellos europeos, todo lo que estuviera relacionado con nuestro medio despertaba la curiosidad de lo pintoresco.En la época que nos ocupa, los pintores —todos extranjeros— fueron muy pocos, y sus obras, escasas. Deben mencionarse al francés Juan Felipe Goulu, al suizo José Guth y al inglés Emeric Essex Vidal. Estos artistas pintaron o dibujaron personajes de la época, o bien escenas y costumbres típicas.
Juan Felipe Goulu (1795-1855)
Nacido en Francia —probablemente hijo de un miniaturista parisiense—, se radicó un tiempo en el Brasil, donde fue profesor de los príncipes de Braganza. Hacia el año 1815 y por el temor de las fiebres malignas, pasó a Buenos Aires donde vivió por espacio de cuarenta años, hasta su muerte. Goulu se había especializado en la miniatura, pero también se destacó por sus retratos al óleo, de mayor tamaño. Alternó su labor artística con la enseñanza particular, aunque de una actividad comercial obtuvo su medio de vida; más tarde, pudo subsistir gracias a su hija, que daba lecciones de dibujo y música. Su maestría en la miniatura se observa en la que representa a la señorita Dominga Rivadavia —emparentada con el presidente—, la cual se destaca por la policromía de los tonos cálidos y la perfección en el dibujo. También la de Cirila Crespo —más tarde la madre del pintor Eduardo Sívori— cuyo rostro refleja las virtudes de esta joven inteligente y bondadosa.
Emeric Essex Vidal (1791-1861)
Este marino y pintor costumbrista inglés visitó el Río de la Plata en dos ocasiones entre los años 1816 y 1829. En Buenos Aires le llamaron la atención la vida y costumbres de sus habitantes y observó con interés el aspecto de la ciudad como también el paisaje rural. Pintó a la acuarela buen número de motivos y escenas de gran valor documental en todo lo relativo al ambiente e indumentaria de la época. Sus obras representan el punto de partida de una iconografía de Buenos Aires prolijamente documentada.
Con ágil y certero pincel, Vidal observó el panorama de Buenos Aires desde distintos puntos de vista, y como bien ha dejado escrito este artista foráneo resultarán aceptables estos diseños, por ser hasta la fecha —1820— las primeras ilustraciones gráficas de esos lugares. Reprodujo fielmente El Fuerte "desde la cabecera del malecón en una tarde de verano"; parte del amplio edificio de la Aduana, los Carros aguateros que bajaban al río para proveerse del líquido, la iglesia de Santo Domingo y en primer plano varias porteñas saliendo del templo —de gran valor para apreciar la moda femenina de la época—, el Mendigo a caballo, una Vista general de Buenos Aires desde la Plaza de Toros, etcétera. También representó escenas características de nuestra campaña; dos vistas del actual San Isidro; Pulpería en el campo; La caza de ñandúes, etcétera.
En el año 1820, veinticuatro acuarelas de Vidal fueron publicadas en Londres —con lujosa encuadernación— bajo el título de Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo ("Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo") acompañadas por comentarios y explicaciones del autor.
EL GRABADO
Manuel Pablo Núñez de Ibarra (1782-1862)
Es el primero de nacionalidad argentina y su obra —propia de un precursor— no fue muy destacada. Durante su larga vida alternó el oficio de platero y orfebre con el de grabador; también se ocupó de la enseñanza del dibujo, pues trabajó en la Escuela del padre Castañeda.En 1818 el Cabildo de Buenos Aires le encomendó un grabado del general José de San Martín "con los atributos significativos de sus victorias" y de inmediato se dedicó a representar en una lámina de bronce la imagen del prócer montado en su caballo. Concluida la tarea, la plancha se utilizó para imprimir "en papel de marca mayor" varios ejemplares en negro y otros coloreados, que se ofrecieron en venta al público al precio de cuatro reales. Si bien el trabajo es de importancia dentro de la iconografía sanmartiniana, desde el punto de vista artístico no demuestra la pericia del grabador. La figura del prócer carece de expresión y sólo el caballo indica movimiento. También fue autor de tres retratos del general Manuel Belgrano —su amigo— y uno de Bernardino Rivadavia. Además de dos estampas, una con la imagen de Santa Rita y otra —de mejor calidad— que representa a San Telmo, el patrono de los navegantes.Ibárra marchó a Corrientes —su provincia natal— donde se ocupó en la enseñanza del dibujo y de su labor de orfebre, como lo prueba la empuñadura de su sable, con motivos de platería, que el Congreso de aquella provincia obsequió al general José María Paz después de su triunfo en Caaguazú.Puede afirmarse que con el trascurso del tiempo, su habilidad en el grabado disminuyó y así la imagen de la Virgen de Itatí —de pie, con los brazos unidos en oración— es de una ingenuidad singular y recuerda los primeros trabajos salidos de los talleres misioneros. Ibarra falleció en Buenos Aires, ciudad a la cual regresó después de la batalla de Caseros.

LA ESCUELA DE DIBUJO DEL PADRE CASTAÑEDA
Belgrano estimuló la enseñanza del dibujo en el Río de la Plata y a su iniciativa se debe la creación de la escuela que funcionó en el edificio del Consulado.En los primeros años del período revolucionario, la enseñanza artística resurgió debido a los esfuerzos del inquieto religioso fray Francisco de Paula Castañeda, guardián de los recoletos franciscanos.
Con espíriru mordaz y polémico, criticó la incultura de su época y sostuvo que de nada valían los triunfos de las armas si el pueblo permanecía cautivo de la ignorancia.Consideraba que la "grafidia" (el dibujo) era "la madre y maestra de todas las artes" y que nadie debía ignorar sus conocimientos, "pues de lo contrario se expone a mil errores".
Su traslado al edificio del Consulado
Para permitir el ingreso de mayor número de jóvenes, el padre Castañeda solicitó al Cabildo y al Consulado un local más céntrico y entonces el último organismo le cedió un amplio salón, además de mesas, bancos y otros elementos necesarios.El 10 de agosto de 1815 reabrió sus puertas la Escuela de Dibujo, ahora en el edificio del Consulado. Las autoridades no costearon los gastos y las clases fueron dictadas —en forma honoraria—por los maestros José Ledesma y Vicente Muñoz; como ayudante se desempeñó al platero correntino Manuel Núñez de Ibarra.
El padre Castañeda pronunció el discurso inaugural y entre otros conceptos afirmó: "No basta que los niños aprendan los rudimentos de la religión católica que por dicha nuestra profesamos, no basta que sepan leer, escribir y contar, pues todas estas habilidades pueden aprenderlas de día, preciso es también que la noche se emplee en la instrucción y enseñanza del dibujo o grafidia."
Reapertura en el Colegio de Ciencias Morales
A comienzos del año 1820, el padre Castañeda inició una violenta campaña desde uno de sus periódicos —"Despertador Teofilantrópico y Misticopolítico"— destinada a lograr la reapertura de la Escuela de Dibujo. La acción periodística logró sus propósitos, por cuanto el Consulado dispuso trasladar el establecimiento al Colegio de Ciencias Morales y llamar a concurso de oposición para ocupar el cargo de director. En octubre de 1820 fue designado el grabador francés José Rousseau, "sujeto de cualidades recomendables" según el periódico "La Gazeta".
La escuela dispuso de un salón amplio y bien iluminado. Dice al respecto el padre Castañeda: "Tres hermosas ventanas que le suministran la luz necesaria para los que quieran dibujar y para la noche están preparadas las arañas correspondientes. La sala está cubierta de cuadros que contienen entre cristales no sólo la multitud de láminas grabadas en Francia, sino también las que en estos tres meses han dibujado los candidatos y cedido generosamente para el adorno de la escuela."En lugar de bancos, los alumnos dispusieron de setenta atriles y buena cantidad de material didáctico.
La actuación de Rousseau fue breve, como veremos seguidamente.
La Cátedra de Dibujo
Cuando se creó la Universidad de Buenos Aires —gobierno de Martín Rodríguez— la Escuela de Dibujo junto con la Academia de Matemáticas pasaron a depender en dicha casa de estudios, del Departamento de Ciencias Exactas.Establecida la Cátedra de Dibujo, Rousseau fue desplazado de su cargo y en su lugar se nombró nuevamente a José Guth, que esta vez cumplió mejor actuación. Varias de sus iniciativas merecen recordarse, entre ellas la necesidad de formar profesores de dibujo y crear un Museo de Bellas Artes.
Guth sostuvo ante el presidente Rivadavia la necesidad de establecer dos ciclos (elemental y superior) a través de cuatro años de estudio, con el objeto de formar profesores de dibujo.Por medio de un informe que elevó a la superioridad, se mostró partidario de abrir un museo de cuadros y estatuas; también bregó por el fomento de las vocaciones artísticas y propuso remplazar el tradicional método de la copia de grabados por modelos en vivo o en yeso.Estas iniciativas no prosperaron debido en gran parte a la situación externa de nuestro país —en guerra contra el Brasil— y los problemas económicos derivados.
Entre sus numerosos discípulos se destacaron los futuros pintores Carlos Morel y Fernando García del Molino. Guth continuó enseñando hasta el año 1828, en que abandonó la cátedra por enfermedad.Ocupó su puesto el profesor italiano Pablo Caccianiga, el que también proyectó —sin éxito—un plan destinado al fomento de las bellas artes. Junto con el arquitecto italiano Carlos Zucchi propició la creación de una " Escuela particular de artes aplicadas". En 1828, la "Gazeta Mercantil" anunció la apertura de dicho establecimiento, el cual —por la escasez de alumnos— fue incorporado a la Universidad y en esta forma surgió una nueva cátedra de dibujo.
El plan de estudios de la escuela era muy ambicioso para aquella época, pues figuraban la arquitectura civil y militar, la perspectiva, geometría, topografía, ornato y paisaje.
Disponía seguir el célebre "Tratado de los cinco órdenes de la arquitectura" de Barozio da Vignola, como también de otros destacados estudiosos (Vitrubio, Palladio, Serli).Zucchi (1791-1858) había llegado a Buenos Aires en 1827 —italiano de nacimiento— y ocupó el cargo de Arquitecto del Gobierno. Fue autor de numerosos proyectos de obras públicas y privadas.Hombre irritable, sostuvo incidentes con nuestras autoridades y entonces pasó a Montevideo, donde allí también se enemistó con funcionarios.
EL PRIMER INTRODUCTOR DE PINTURAS
La más antigua exposición de cuadros en Buenos Aires
En época de la dominación española habían llegado al Río de la Plata pinturas procedentes de Europa, pero esos trabajos —bastante escasos— tenían carácter religioso y eran de discreta calidad artística. En consecuencia, resultó toda una novedad la primera colección de cuadros europeos con obras de maestros del Renacimiento, que abrió sus puertas en Buenos Aires, el 8 de marzo de 1829. El episodio es de suma importancia cultural dentro del tema que nos ocupa, debido a lo precario del medio, con luchas políticas fratricidas y problemas externos.Las pinturas —más de trescientas— eran propiedad de José Mauroner (probablemente nacido en Francia), quien salió de Europa en 1825 y debió detenerse, con su bella colección de cuadros, cerca de dos años en Montevideo, debido a la guerra que se libraba contra el Brasil. Se trasladó luego a Río de Janeiro y ya firmada la paz, llegó a Buenos Aires en noviembre de 1828. La exposición se inauguró en las salas del Colegio de Ciencias Morales, al lado de la iglesia de San Ignacio, en la llamada "Manzana de las Luces"
De acuerdo con lo anunciado las obras habían sido realizadas por maestros de la categoría de Rafael, Ticiano, Tintoretto, Velázquez, Murillo y otros. Los periódicos "El Tiempo" y el "British Packet" publicaron crónicas elogiosas sobre la muestra.Un ejemplar del catálogo se conserva en la Biblioteca Nacional. En la tapa se anuncia "una rica colección de cuadros al óleo y antiguos" y en las primeras seis páginas Mauroner destaca la importancia que revisten las obras a exponer "para el progreso de los pueblos". En las siguientes pueden leerse el título, nombre del autor y el tamaño de la tela medida en pulgadas. Para mayor claridad, lo expuesto está clasificado por escuelas.Hasta el momento se duda de la autenticidad de las pinturas traídas a Buenos Aires. "Lo prudente —afirma Francisco Palomar— sería pensar que pudo muy bien tratarse de réplicas ejecutadas por copistas excelentes, tal vez reproducciones llevadas a cabo en los propios talleres y por discípulos de aquellos eminentes maestros."

LA LITOGRAFIA
Se llama litografía al arte de dibujar o escribir con un lápiz graso y tinta especial sobre una piedra caliza preparada al efecto, con el propósito de reproducir ejemplares.
La litografía fue inventada en 1796 por Luis Senefelder, nacido en Praga. Se basó en la propiedad de la piedra litográfica de retener las grasas y al mismo tiempo de mantener la humedad, por medio de un procedimiento químico adecuado.Senefelder utilizó un lápiz graso (compuesto de jabón, cera y negro de humo) para dibujar sobre la piedra litográfica y luego sometió el trabajo a un procedimiento químico. Después de entintarlo, extendió papel encima y lo presionó por medio de una prensa.La litografia es una forma especial del grabado.Las piedras que sirven como matriz son de origen calcáreo, a base de silicio, carbonato de calcio y óxido de hierro.
En su época, la litografía significó un notable progreso para las artes gráficas, por cuanto el procedimiento resultó más rápido y económico que el utilizado para imprimir con moldes de madera y metal.
Juan Bautista Douville
Este litógrafo, naturalista y etnógrafo francés se estableció en el año 1826, con una librería en la calle La Piedad N" 95 (hoy Bartolomé Mitre). Según relata en sús memorias, encontró una prensa litográfica en el comercio de un amigo inglés y el hallazgo le sugirió la idea de publicar los rostros de figuras destacadas de la época.
Escribe Douville: "Yo no había nunca ejercido el arte de la litografia pero había visto trabajar obreros que a él se dedicaban. Dibujaba, además, bastante bien, y como poseía algunas nociones de química, esperaba llegar a fabricar los lápices que me fueran necesarios."
Se asoció con su compatriota, el buen dibujante Luis Lainé y reprodujo la efigie del almirante Guillermo Brown, con tanto éxito que hubo de lanzar una segunda tirada, que salió a la venta al público en marzo de 1827. A este retrato le siguieron los de los militares Carlos de Alvear, Lucio Mansilla y Antonio González Balcarce.Por el año 1835, Douville se alejó de Buenos Aires y se ignora su actividad posterior.
César Hipólito Bacle (1794-1838)
Nació en Ginebra cuando esa ciudad pertenecía a Francia. Litógrafo, cartógrafo, naturalista y botánico, arribó a nuestro país en el año 1825.
Asociado con el dibujante Arturo Onslow abrió en 1828 —calle Victoria N° 148— un establecimiento litográfico denominado "Bacle y Cia.", taller que imprimió en forma de cuadernos los Principios del Dibujo, primera obra didáctica destinada a la enseñanza de la mencionada disciplina, publicada en Buenos Aires. A fines de 1829, el establecimiento adquirió rápido progreso, por cuanto el gobierno designó a la firma "Bacle y Cía." con el título de Impresores litográficos del Estado. El taller desarralla una activa labor durante diez años y en determinadas épocas contó con más de treinta obreros, tres prensas y ciento cincuenta piedras litográficas. Allí se publicaron retratos de personajes civiles y militares, las primeras caricaturas, proclamas, tarjetas, miniaturas, almanaques, programas ilustrados de teatros, músicas, letras de cambio, planos topográficos, etcétera. En su trabajo, Bacle contó con la gran colaboración de su esposa Paulina Macaire, del mencionado Onslow, de Hipólito Moulin, de Julio Daufresne y otros litógrafos.
También Bacle fundó varios periódicos, entre ellos el "Boletín de Comercio" (1830) y cinco años más tarde, el "Diario de Anuncios y Publicaciones de Buenos Aires" —primero en aparecer con ilustraciones— y luego el "Museo Americano", también con numerosos grabados.Cuando se produjo la intervención francesa en el Río de la Plata, Rosas acusó a Bacle de entregar planos militares al extranjero y lo envió a presidio. El artista enfermó en la cárcel y falleció a poco de recuperar la libertad (4 de enero de 1838).
Gregorio Ibarra (1814-1883)
Abrió un comercio de litografía y librería que llamó Litografía Argentina. En el año 1837 fundó el "Boletín Musical", primer periódico que circuló en Buenos Aires dedicado a esa actividad artística. Allí reprodujo composiciones musicales de Pedro Esnaola, Juan Bautista Alberdi, Remigio Navarro y algunos otros. También retratos litográficos de autores, críticas literarias y artículos de diverso carácter.
LA PINTURA ENTRE LOS AÑOS 1830 Y 1855

LA LITOGRAFIA
Se llama litografía al arte de dibujar o escribir con un lápiz graso y tinta especial sobre una piedra caliza preparada al efecto, con el propósito de reproducir ejemplares.
La litografía fue inventada en 1796 por Luis Senefelder, nacido en Praga. Se basó en la propiedad de la piedra litográfica de retener las grasas y al mismo tiempo de mantener la humedad, por medio de un procedimiento químico adecuado.Senefelder utilizó un lápiz graso (compuesto de jabón, cera y negro de humo) para dibujar sobre la piedra litográfica y luego sometió el trabajo a un procedimiento químico. Después de entintarlo, extendió papel encima y lo presionó por medio de una prensa.La litografia es una forma especial del grabado.Las piedras que sirven como matriz son de origen calcáreo, a base de silicio, carbonato de calcio y óxido de hierro.
En su época, la litografía significó un notable progreso para las artes gráficas, por cuanto el procedimiento resultó más rápido y económico que el utilizado para imprimir con moldes de madera y metal.
Juan Bautista Douville
Este litógrafo, naturalista y etnógrafo francés se estableció en el año 1826, con una librería en la calle La Piedad N" 95 (hoy Bartolomé Mitre). Según relata en sús memorias, encontró una prensa litográfica en el comercio de un amigo inglés y el hallazgo le sugirió la idea de publicar los rostros de figuras destacadas de la época.
Escribe Douville: "Yo no había nunca ejercido el arte de la litografia pero había visto trabajar obreros que a él se dedicaban. Dibujaba, además, bastante bien, y como poseía algunas nociones de química, esperaba llegar a fabricar los lápices que me fueran necesarios."
Se asoció con su compatriota, el buen dibujante Luis Lainé y reprodujo la efigie del almirante Guillermo Brown, con tanto éxito que hubo de lanzar una segunda tirada, que salió a la venta al público en marzo de 1827. A este retrato le siguieron los de los militares Carlos de Alvear, Lucio Mansilla y Antonio González Balcarce.Por el año 1835, Douville se alejó de Buenos Aires y se ignora su actividad posterior.
César Hipólito Bacle (1794-1838)
Nació en Ginebra cuando esa ciudad pertenecía a Francia. Litógrafo, cartógrafo, naturalista y botánico, arribó a nuestro país en el año 1825.
Asociado con el dibujante Arturo Onslow abrió en 1828 —calle Victoria N° 148— un establecimiento litográfico denominado "Bacle y Cia.", taller que imprimió en forma de cuadernos los Principios del Dibujo, primera obra didáctica destinada a la enseñanza de la mencionada disciplina, publicada en Buenos Aires. A fines de 1829, el establecimiento adquirió rápido progreso, por cuanto el gobierno designó a la firma "Bacle y Cía." con el título de Impresores litográficos del Estado. El taller desarralla una activa labor durante diez años y en determinadas épocas contó con más de treinta obreros, tres prensas y ciento cincuenta piedras litográficas. Allí se publicaron retratos de personajes civiles y militares, las primeras caricaturas, proclamas, tarjetas, miniaturas, almanaques, programas ilustrados de teatros, músicas, letras de cambio, planos topográficos, etcétera. En su trabajo, Bacle contó con la gran colaboración de su esposa Paulina Macaire, del mencionado Onslow, de Hipólito Moulin, de Julio Daufresne y otros litógrafos.
También Bacle fundó varios periódicos, entre ellos el "Boletín de Comercio" (1830) y cinco años más tarde, el "Diario de Anuncios y Publicaciones de Buenos Aires" —primero en aparecer con ilustraciones— y luego el "Museo Americano", también con numerosos grabados.Cuando se produjo la intervención francesa en el Río de la Plata, Rosas acusó a Bacle de entregar planos militares al extranjero y lo envió a presidio. El artista enfermó en la cárcel y falleció a poco de recuperar la libertad (4 de enero de 1838).
Gregorio Ibarra (1814-1883)
Abrió un comercio de litografía y librería que llamó Litografía Argentina. En el año 1837 fundó el "Boletín Musical", primer periódico que circuló en Buenos Aires dedicado a esa actividad artística. Allí reprodujo composiciones musicales de Pedro Esnaola, Juan Bautista Alberdi, Remigio Navarro y algunos otros. También retratos litográficos de autores, críticas literarias y artículos de diverso carácter.
LA PINTURA ENTRE LOS AÑOS 1830 Y 1855
Carácter del período
Al ocuparnos de la actividad pictórica de nuestro país en los primeros veinte años de vida independiente, dijimos que los artistas —todos extranjeros— fueron muy pocos y sus obras escasas.En el período comprendido entre 1830 y 1852, los trabajos aumentan en cantidad y mejoran en calidad. Nuevos artistas extranjeros con técnicas europeas arriban a nuestro país, entre ellos Carlos Enrique Pellegrini, Augusto Monvoisin, Lorenzo Fiorini, Mauricio Rugendas, Amadeo Gras y Adolfo D'Hastrel. Entre los primeros pintores argentinos figuran Carlos Morel, García del Molino, Benjamín Rawson y Prilidiano Pueyrredón.No obstante los diferentes temperamentos y los diversos orígenes, técnicas y méritos, estos artistas pintaron, dibujaron o grabaron personajes de la época, tipos autóctonos, escenas y costumbres. Envuelven sus obras una singular semejanza y un sentido de equilibrio que siempre caracterizó a nuestra pintura. Han sido llamados "los precursores". Un elemento característico de este período es el predominio del retrato destinado a evocar la imagen de variados personajes de la época. Su empleo declinó en las últimas décadas del siglo debido a la aparición del daguerrotipo o antecesor de la máquina fotográfica. Aunque algunos dejaron los pinceles para trabajar con el nuevo invento, con todo, la pintura de retrato continuó, pero con menos intensidad que en los primeros tiempos.
El retrato fue un género lucrativo, por cuanto sus modelos pertenecían a la clase adinerada que pagaba bien a los artistas.Por su parte, el pintor de costumbres —en búsqueda de inspiración— se aproximó a las clases humildes para reproducir los típicos personajes de la ciudad y del campo, el paisaje urbano y rural.
Otro carácter del período que nos ocupa se encuentra en la escasa pintura de inspiración religiosa. Con excepción de algunas obras, los resultados en este aspecto son muy modestos.En esta etapa, el movimiento artístico se nucleó en torno a la ciudad de Buenos Aires, la cual acaparó las más importantes manifestaciones estéticas para irradiar —en movimiento inverso a lo ocurrido en tiempos del período hispánico— su influencia hacia el interior.
LOS PINTORES EXTRANJEROS
Se citan a continuación algunos destacados pintores extranjeros que actuaron en nuestro medio en la época que nos ocupa. En su mayoría, estos artistas fueron ignorados por sus países de origen; en consecuencia, aunque nacidos en el exterior, podemos considerarlos incorporados a todo lo nuestro. A través de las obras de estos pintores foráneos, que hoy se conservan en galerías y museos, tenemos una imagen viviente de próceres, intelectuales y políticos, como también de paisajes y elementos populares argentinos.
Carlos Enrique Pellegrini (1800-1875)
Este ingeniero, arquitecto, retratista y litógrafo francés nació en Chambery (Saboya). Estudió dibujo en la Escuela Politécnica de París y más tarde se graduó de ingeniero hidráulico. En la última ciudad fue contratado —a pedido de Rivadavia— para dirigir en nuestro medio varias obras públicas.Arribó a Buenos Aires en noviembre de 1828 y el entonces gobernador Dorrego le encargó los planos de un muelle de desembarco, proyecto que no pudo llevarse a la práctica por la situación política y económica imperante en el país, agravada por la guerra contra el Brasil. A partir de 1829 y en los ratos de ocio de su forzosa inactividad, Pellegrini comenzó a aplicar su gran talento de dibujante y de pintor aficionado. En verdad realizó una obra que superó sus intenciones.
En principio le atrajo el aspecto de la ciudad en que fijaría su residencia hasta su muerte. Pintó a la acuarela los edificios que rodeaban la Plaza de la Victoria: el Cabildo, la Catedral, la Recova Vieja y los Altos de Escalada. Estas obras deben considerarse una valiosa biografía iconográfica de la época, que adquiere mayor valor por su gran contenido artístico. Entre los numerosos trabajos podemos citar los cuadros que reproducen a Juan Manuel Fernández de Agüero, donde se aprecian la sonrisa irónica del personaje y sus ojos vivaces; a la suave belleza de la señora Pilar Spano de Guido —madre del poeta Carlos Guido— y al canónigo Saturnino Segurola. Pellegrini también ensayó la miniatura, la pintura al pastel y al óleo. En esta última forma, los trabajos son discretos, como el retrato del gobernador santafesino Estanislao López.
Discípulo de Bacle, abrió un taller que llamó Litografía de Artes, donde publicó gran número de estampas, entre ellas la titulada Minuet en casa de Escalada. Veinte trabajos salidos del taller litográfico fueron incluidos en un álbum sobre costumbres gauchescas denominado Recuerdos del Río de la Plata (1841).En el año 1837, Pellegrini abandonó su actividad artística y compró una estancia en Cañuelas, donde se dedicó a las tareas del campo.
Augusto Quinsac Monvoisin (1790-1870)
Fue uno de los más destacados pintores que llegaron a nuestro país en el siglo XIX. Nació en Burdeos y desde muy niño mostró inclinación por el dibujo. Estudió en su ciudad natal y luego se trasladó a París, en cuya Escuela de Bellas Artes ingresó en 1816. Más tarde se incorporó al taller de Guérin y allí fue condiscípulo del célebre Delacroix. En 1821 se trasladó a Roma para perfeccionarse en su arte y en esa ciudad se casó con la pintora Domenica Festa. De regreso en Francia expuso sus obras en el Salón de París, donde obtuvo varios premios.
A pesar de que era muy reconocido en los medios artísticos europeos, aceptó una invitación del gobierno de Chile y se embarcó para América del Sur. Llegó de paso a Buenos Aires en setiembre de 1842. Sólo permaneció tres meses en nuestro medio; a pesar de esto trabajó intensamente y varias de sus telas pueden calificarse de magníficas por el dibujo y colorido.Una de las mejores obras, inspirada en nuestro ambiente, es la Porteña en la iglesia, que representa a una joven arrodillada sobre una alfombra —los templos de aquella época carecían de bancos confortables— y tras de ella, un negrito sirviente vestido de frac.
LA PRIMERA GENERACIÓN DE PINTORES ARGENTINOS
Carlos Morel (1813-1894)
Fue el primer pintor argentino nativo que forjó su cultura en nuestro medio. El artista nació en Quilmes —de padres españoles— y cursó estudio de dibujos en la Universidad de Buenos Aires, como discípulo de José Guth y de Pablo Caccianiga. Egresó a los dieciocho años y en 1835 comenzó su actividad al pintar miniaturas asociado con su condiscípulo García del Molino. La labor de Morel sólo se prolongó hasta el año 1844. Hizo litografías, retratos, cuadros costumbristas y escenas de guerra. Sensible e imaginativo y con buen sentido de la composición puso su arte de vivo y espontáneo colorido al servicio de los temas vernáculos. Trabajó el óleo, la litografía, la acuarela y la miniatura. Entregó al editor y litógrafo Gregorio Ibarra ocho estampas con motivos indígenas y gauchescos, que fueron incluidos en la llamada " Serie Grande de Ibarra" (1841). Uno de los mejor realizados se titula La Media Caña.De regreso de un viaje al Brasil, Morel editó en la "Litografia de las Artes" un álbum también con ocho litografías titulado Usos y costumbres del Río de la Plata. Describió las más variadas escenas campestres, la indumentaria, los bailes, las tropas de carretas, etcétera. Sus retratos litografiados revelan gran maestría, como puede observarse en el que reproduce la efigie del doctor Vicente López y Planes. Fue un hábil miniaturista y en este género cabe mencionar el retrato de Juan Manuel de Rosas y su señora, doña Encarnación Ezcurra.Los cuadros al óleo se destacan por los grandes efectos y la coloración espontánea. Cabe citar los titulados: Carga de caballería del ejército federal y Combate de caballería en la época de Rosas.A partir del año 1845, la labor de Morel declinó paulatinamente, afectado por una incurable demencia que sólo le permitió —en los momentos lúcidos— llevar al lienzo algunos motivos bélicos y temas religiosos.Murió en Quilmes, en setiembre de 1894.
Fernando García del Molino (1813-1899)
Nació en Chile de padres españoles, pero a los seis años se trasladó a Buenos Aires y siempre se declaró argentino. Desde un comienzo mostró inclinación por el dibujo y estudió en la Universidad, en la modesta cátedra dictada por Pablo Caccianiga. Hacia el año 1830 fue discípulo de Goulu.Se dedicó al retrato de caballete y también a la miniatura. En sus obras trató de reproducir el carácter de los modelos, sin importarle destacar sus fealdades o la rudeza de las expresiones. Manejó con habilidad el color, la forma y la armonía en la distribución de los planos. Logró la confianza de Rosas y fue uno de sus huéspedes habituales en la casa de Palermo.
para ampliar la informacion contemplada en la entrada anterior dirigete a :http://www.robertexto.com/archivo14/pintura_arg.htm